Empresa
sobre nosotros
TALLERES CERDÁ E HIJOS S.L.
Talleres Cerdá e Hijos S.L. un sinónimo de excelencia y experiencia en el mundo de los coches en Castalla, Alicante. Durante más de 50 años, nuestra empresa ha brindado servicios destacados en el sector automotriz. Nuestro taller es reconocido por su habilidad y conocimientos técnicos, ofreciendo reparaciones y mantenimiento para vehículos de todas las marcas y modelos.
TALLERES CERDÁ S.L.
Nuestra historia
Tras el esfuerzo incansable de años, por contribuir con nuevas oportunidades y posibilidades para nuestros clientes de la automoción y de la maquinaria agrícola, en 1986 renovamos la empresa y con ella el nombre, pasando a llamarse desde entonces: Talleres cerdá S.L.
TALLERES CERDÁ E HIJOS S.L.
nuestra historia
TALLERES CERDÁ E HIJOS S.L.
nuestra historia
En el año mil novecientos cincuenta y cuatro Antonio Cerdá Fuster tenía diecinueve años y un estupendo futuro por delante, sin embargo, sus esperanzas se trucaron cuando las circunstancias le empujaron a asumir una responsabilidad demasiado dura para él; abandonar su magnífico empleo.
Era un chico de una pequeña localidad alicantina que tenía la gran fortuna de trabajar para la compañía aérea Aviaco en Madrid, como mecánico de aquellos impresionantes monstruos de la ingeniería aérea pero, en aquel momento, debía tomar una apremiante decisión.
El negocio de bicicletas de su familia denominado: «Antonio Cerdá Rico» que era el nombre de su padre, se encaminaba a un inevitable fracaso. Antonio tenía que volver a casa para echar una mano a los suyos.
Metió entonces su ropa en la maleta e hizo hueco a sus frustradas ilusiones, tratando de adaptarse a aquel inesperado obstáculo que le impedía seguir en Madrid pues, su padre, angustiado, le pedía por carta su ayuda.
Así fue como Antonio Cerdá Fuster, fundador de Talleres Cerdá, regresó a su tierra natal, Castalla, provincia de Alicante, y como, después de haberse aferrado con fuerza a un futuro prometedor, tuvo que aterrizar el vuelo de sus anhelados sueños.
Hijo primogénito, capaz y responsable, no permitió que la inestable situación económica que vivía su familia les hiciera pasar necesidades.
Su carácter decidido y emprendedor no dejó que se amedrentase y, lejos de sublevarse o actuar de forma resentida hacia su padre, acudió a su llamada sin dilación; sacando pecho a la adversa situación que le iba a tocar vivir.
Cuando regresó a Castalla, estaba roto por dentro, pero su fe y juventud le ayudaron a mantener el ímpetu que necesitaba.
Sus hermanos eran demasiado jóvenes para echar una mano a su padre y Antonio agarró con fuerza las riendas de la economía y negocio paternos; poniéndose al frente de aquella reducida empresa a la que la inadecuada gestión, llevada a cabo año tras año, había precipitado a la bancarrota.
A la pequeña tienda y taller de bicicletas familiar, Antonio le dio una dirección más mecanizada y su afán fue ampliándola con motos, coches, camiones que vendía y que arreglaba gracias a la destreza y sabiduría natural que salía de sus manos y que había heredado de su padre, habilidad que se afanaba en cultivar por medio de un trabajo constante, minucioso e inmejorable, que vio pronto su recompensa con clientes que llegaban, no solo de Castalla, sino de ciudades cercanas e incluso de la misma capital.
Pero la prosperidad de un negocio no crece únicamente con el trabajo de producción que, aunque es fundamental, también necesita de una eficaz, hábil y precisa gestión administrativa; de una actitud perseverante y positiva ante el futuro y de una exquisita sagacidad para hacer de las cosas pequeñas algo grande; sin perder de vista la humildad necesaria que contribuye a aceptar nuevos retos y aprendizajes, para seguir mejorando a lo largo de su historia. Y de todo esto, Antonio ha hecho gala también en su carrera, con una inherente y excelente disposición.
Con esfuerzo, dedicación y esa capacidad empresarial innata que siempre le ha caracterizado continuó sin descanso; ayudado y seguido por el arropado sentimiento de orgullo y respeto que poco a poco, iba despertando en su padre aquella actitud cumplidora, ingeniosa e inagotable que poseía, junto con sus enormes ganas de progresar.
Fueron años muy difíciles, de trabajo duro y constante; pero su entusiasmo y desvelo lograron reflotar de nuevo el negocio paterno.
Su padre, consciente de la lucha que capitaneaba su hijo mayor, no pudo por menos que reconocer su valía, pues sabía que de no haber sido por él, el infortunio les habría ganado la partida.
Algunos años después, Antonio había limpiado el nombre de su padre como empresario y en los años sesenta la empresa pasó a llevar el nombre de quien tanto había sacrificado y trabajado por ella para sacarla adelante: «Antonio Cerdá Fuster».
Que ahora se había convertido en el dueño oficial y merecido de ésta, una empresa que nada tenía que ver ya con la tienda de bicicletas que gobernó su padre.
Pronto ampliaría su horizonte con un terreno corporativo poco extendido en la comarca, la venta, distribución y reparación de maquinaria agrícola empezando por la marca Piva; pero necesitaba un capital que no poseía por lo que se asoció con Paco Garrigós de la localidad de Onil, con el que siempre ha mantenido una magnífica amistad, incluso cuando terminó dicha sociedad, muchos años después, pues Paco le pidió a Antonio que continuara él solo con el proyecto, ya que en realidad era él quien hacia todo el trabajo y en aquel momento no necesitaba capital para salir adelante. De esta manera Paco Garrigós mostraba, con su actitud, una honestidad empresarial poco habitual.
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